¿Dónde se encuentra la inocencia? miércoles, Mar 4 2009 

Inquietante reflexión cuando uno se cuestiona cómo responder a esta pregunta. Por un lado, podríamos dar como respuesta la no culpabilidad ante un acto cometido; por otro, la ausencia de conocimiento de cualquier pecado o falta que pueda ejecutarse.

Podemos pensar que nacemos inocentes (mucho he reflexionado sobre ello y, como consecuencia de estos análisis, se esculpió en mi mente ese \»Ensayo sobre la vida que no entiendo\» que cito en varios de mis posts y sobre el que aprovecho la ocasión para agredecer el interés demostrado a todos aquéllos que me lo han solicitado y que lo han leído, espero sinceramente que hayan disfrutado tanto con él como yo escribiéndolo). Decía que una de las acepciones es que podemos pensar que nacemos inocentes, y ojalá nos mantuviéramos así en toda la trayectoria de nuestras vidas; esa ausencia de malicia nos haría tomar siempre decisiones justas, para nosotros mismos y para todos aquéllos que nos rodean o se cruzan en nuestros caminos, decisiones coherentes con nuestra vida y con la ajena, decisiones intachables que ninguna malicia o hipocresía -porque estaría ausente- podría emponzoñar o revocar.

Y si nos acogemos a la acepción de la no culpabilidad porque se están juzgando nuestros actos, nuestras formas de pensar o nuestras expresiones -salvo en casos «sangrantes» que actúen contra natura-, siempre podremos acuñar el conocido refrán:  «para gustos hay colores» y, si estamos en disposición de aportar coherencia y carencia de hipocresía o mala intención que avale o acredite el comportamiento expuesto, podremos sentirnos orgullosos de nosotros mismos o, en su defecto, pedir disculpas a quien corresponda (que no deja de ser una actividad sanísima que engrandece el espíritu y fortalece nuestra autoconfianza) y tratar de enmendarse para no volver a caer en el mismo error.

Pero la inocencia también implica presuponer la inocencia del contrario (porque aludiendo a otro conocido refrán: «cree el ladrón que todos son de su condición»,  algunos amargados o terriblemente recelosos intentan amenudo adjetivar tu persona con falsas afirmaciones que les hacen sentirse algo menos mezquinos ) y se siente uno tan tremendamente satisfecho cuando siempre trata de buscar los aspectos positivos de la vida y de las cosas, las buenas intenciones del prójimo -aunque a veces no todos seamos capaces de comprenderlas- y tan feliz al pensar que a la vida siempre hay que ponerle una sonrisa, que al final del día, con semejante actitud, se congratula uno con absoluta afirmación por haberlo vivido y con ganas de volver a levantarse para disfrutar del tiempo que nos espera bajo cada rayo de sol.

¿Y tú? ¿Te sientes feliz al final del día?

Tienes de mí jueves, Jul 31 2008 

                 Tienes en mis manos

                 la inocencia de todas las flores,

                 el aroma de los caminos

                 recorridos en millones de segundos,

                 el rocío de las olas refrescando

                 las líneas de mi piel.

 

                 Tienes en mis ojos

                 a la niña que acude

                 impaciente a la llamada

                 de los colores, de la alegría,

                 de tantos despertares cálidos

                 entre las sábanas

                 de mi corazón.

 

                 Tienes en mi alma

                 la pureza de los cantos,

                 las notas hiladas con el jugo

                de mis sueños, de mis atardeceres,

                de la vida que narrarán

                los juglares de mis épicas.

 

               Tienes todo lo que dejé

               de ser en las glaciaciones oscuras

               de los momentos perdidos.

               Tienes de mí

               todo lo que podré ser.

     

                                  Gema Sánchez García

Ensayo sobre la vida que no entiendo martes, Jun 17 2008 

Portada libroSinopsis        

  SINOPSIS

 La vida es difícil para los adultos porque muchas veces nuestro enfoque está determinado por un cúmulo de prejuicios, búsqueda de dobleces o maquinaciones fantasmagóricas (comúnmente auspiciadas por el aburrimiento que en determinados momentos pueda embargar nuestras vidas).

Pero un niño aún no ha sido contaminado por la madurez irascible o maquiavélica de la sociedad que le rodea, y nos puede dar una visión transparente y dulce de todo aquello que se desarrolla en su entorno y que pasa por su lado sin minar la candidez que aún campa en su espíritu.

Divertido y satírico, este ensayo trata de reflexionar sobre los comportamientos adultos que han perdido el norte de la paz interior.

                                                             *  *  *  *  *

 Como habéis ido viendo en mi blog, en algunas entradas e incluido extractos de capítulos de mi «Ensayo sobre la vida que no entiendo» asociados a las reflexiones, pensamientos, etc. que en ellas he expresado. No obstante, seguramente a algunos de vosotros os surja la inquietud de leerlo en su totalidad (ejercicio aconsejable porque sin duda pasaréis un rato divertido compartiendo las experiencias de Camil, el protagonista), por lo que me he decidido a publicar este post con la intención de que todo aquél que desee recibirlo (en formato .pdf) pueda solicitármelo por e-mail (ya sabéis: gsanchez@tecnicas-tera.es) y muy gustosamente compartiré mis reflexiones y mi imaginación con quien quiera leerlo.

Sobre todo me gustaría que a través de este blog me hagáis llegar vuestros comentarios, las sensaciones que os pueda haber provocado su lectura, las críticas, todo lo que queráis expresar.

Y por último, si además alguno quiere hacer alguna donación al respecto (ya sabéis que ahora esto está muy de moda con las publicaciones en la red), sólo tiene que pedirme en el correo electrónico mi número de cuenta y estaré encantada de facilitárselo!  

 

El arte de la seducción laboral miércoles, Jun 4 2008 

Siempre pensé que en la vida se puede uno encontrar con dos estilos de personas -atendiendo a los modos de comportamiento dentro del mundo laboral-: los que trabajan y los que no.

Sin embargo, tras años de experiencia en este entorno, he podido comprobar que hay toda una colección de submundos dentro de cada uno de los referidos estilos, y respirando en ellos, auténticos artistas de la manipulación, la simulación, el descrétido, la hipocresía, etc.; que, afortunadamente, deben lidiar laboriosas batallas cada día tanto entre ellos como contra los miembros del otro estilo, los que se dedican a intentar ganarse la vida honradamente y con el cierto grado de sudor que su actividad pueda implicar.

Y digo «afortunadamente», porque aún estamos en el tiempo de que exista el «ying» y el «yang», es decir, que aunque no hayamos conseguido erradicar la especie de los que no trabajan (y no me refiero, claro, a aquéllos que por unos u otros regalos de la vida no necesitan llevar un jornal a casa cada fin de mes), sigue existiendo un número muy significativo de personas que se dedican a cumplir con la responsabilidad asignada y no a marear la perdiz, o al personal de enfrente, que es mucho más grave.

Pero hablaba antes de una gran variedad de submundos dentro de estos estilos, porque ya no me parece tan fácil determinar y catalogar a qué bando pueda pertenecer cada uno. Han proliferado tanto en los últimos tiempos estas especies, que de alguna forma han comenzado a mezclarse unos con otros, a mutar filosófica y actuacionalmente, y han dado lugar a nuevos conceptos de oportunismo, gestión del tiempo, formas de dedicación y desarrollo de capacidades, que es difícil determinar e identificar quién se está dedicando a una materia y quién a la otra. Cada cual que reflexione acerca de su entorno y saque las propias conclusiones, pero mantengamos siempre la neurona de identificación en situación de alerta, porque es fácil caer en la red pringosa que ese arte de seducción despliega tridimensionalmente, y los escenarios a los que por ello te veas avocado pueden resultar altamente nocivos y destructivos.

LOS INCONVENIENTES DE LA NECESIDAD

O DE LAS ILUSIONES

(extracto de capítulo)

            En aquel momento irrumpió en la cocina Paco, el tercero de los Capirote. Entró como un torbellino, porque él siempre caminaba a toda prisa hacia cualquier parte. Nadie de la familia se explicaba muy bien por qué, pues el pausado movimiento del reloj en aquel pueblo no invitaba a tantas velocidades, pero él, que se empeñaba en controlar todo, en medir cada detalle y en perseguir que los actos de sus hermanos siempre se realizaran con una pulcritud mayor de la necesaria, tenía que adelantarse al pasar del tiempo, y eso era una tarea ardua.

 

            -Jonás ha vuelto a caer enfermo –dijo sin preámbulos-, se le ha vuelto a poner el cuello del revés. Ya lo dijo el veterinario cuando asistió a nuestra madre. “Este niño viene torcido, y aunque al pasar por el agujero se enderece para poder venir al mundo, siempre volverá a torcerse en el momento más inesperado, y no habrá medicina que lo cure.”

 

            -¿Y se le queda el cuello del revés? –preguntó Camil atónito por desconocer una enfermedad semejante.

 

            -Así es. Sobre todo le ocurre cuando hace intentos de ir a trabajar a los campos. Sale de la casa todo preparado y en perfecto estado de salud, le pide a Quico que le ensille el caballo y, mientras espera en la puerta a que el muchacho se lo traiga, se queda unos minutos contemplando al Boriano tomando el sol en el porche en su eterna imagen sujetando la limonada. Entonces éste aparta el ala de su sombrero y siempre le dice a Jonás: “Parece que hoy vamos a tener un día duro de trabajo”, y vuelve a echarse el sombrero hacia delante para que el sol no le moleste en los ojos. Y ¡oye!, como si ésa fuera una frase maldita, el Jonás empieza a sentirse fatal, se le retuerce el cuello hacia un lado y tenemos que subirlo corriendo a la habitación para que no se desplome allí mismo. Pero ya te digo, el pobre tiene esta desgracia de nacimiento y no hay manera de curarle. Al cabo de unas semanas se le pasa, pero está más tiempo metido en la cama que otra cosa, y encima siempre mirando al otro lado, como se le queda el cuello así… De modo que he pensado en cambiarle el catre de sitio, para que, al menos, tenga una visión más agradable que la pared, que es para donde siempre le coincide la cara cuando le agarra la enfermedad. ¡Muchacho! –exclamó de repente-. Me ha dicho el Mario que tú te encargas de los recaos. Ve a buscar al Quico, que tiene unos buenos brazos, y entre los dos me ayudáis a mover la cama.

 

            Apenas transcurridos unos minutos, Camil estaba de vuelta con el mozo en la habitación del Capirote mayor, sintiéndose satisfecho de haber realizado con presteza su primer mandado. Encontraron a Paco apoyado sobre la mesita de noche, metro y lápiz en mano, dibujando sobre un papel.

 

            -Aquí estamos.

 

            -¿Qué hay que hacer?

 

            -Un momento, un momento –respondió él-, las cosas hay que hacerlas bien. En primer lugar, he realizado un plano de la habitación con la disposición de la ventana y los demás enseres. Ahora hay que tomar las medidas. Tú Quico, sujeta aquí el extremo del metro, yo cantaré los datos, y tú Camil, anotarás escrupulosamente sobre el papel lo que yo te diga. Después hallaremos la media de las distancias. Una vez calculado el punto central de la habitación, miraremos si coincide con el punto central de la ventana, según la proyección sobre la pared.

 

            -¿Y si no cuadran? –preguntó Camil sin pretender ser aguafiestas.

 

            -Entonces lo tendremos mal, porque será necesario diseñar una recolocación y habremos de empezar de nuevo. Mejor ni lo mientes.

 

            Ante aquellas palabras, Quico empezó a ponerse nervioso y a caminar de un lado para otro como una peonza descontrolada.

 

            -Pues hay que darse prisa –añadió-, porque yo tengo que guardar los animales y hacer la comparación de los palotes, y claro, si hay que hacer todos estos dibujos y después las sumas y las restas se me echará el tiempo encima, y los animales no pueden dormir fuera de la cuadra porque por la mañana tengo que volver a contarlos mientras salen, y no puedo hacerlo si no los he metido antes, y…

 

            -¡Diantre Quico! ¡Calla ya! Que nos vas a volver locos a todos y así no vamos a acabar nunca. Bueno, pues como decía, si los puntos centrales coinciden, haremos una marca en el sitio exacto, entonces buscaremos el punto central de la cama y la llevaremos hasta la marca de forma que encajen perfectamente. Y, por fin, ya sólo nos quedará girar el catre en un sentido u otro hasta que la posición de la cara del Jonás le permita ver el paisaje, y no tanto muro como hasta ahora sólo tiene delante cuando se le tuerce el cuello por la enfermedad.

 

            Quico se había perdido en la segunda frase del patrón, de forma que permaneció con el extremo del metro en la mano, esperando a que a cada momento le dieran instrucciones exactas y concretas sobre lo que tendría que hacer. Pero Camil, tras haber escuchado en silencio los planes que el Capirote se había forjado en su mente y haber evaluado la extrema complicación de lo pensado, replicó:

 

            -¿Y no sería mejor hacerlo “a ojo” y pedir a Jonás indicaciones sobre la posición que más le guste?

 

            -No, no. Las cosas hay que hacerlas bien, o no se hacen.

 

            -De acuerdo, usted manda y paga.

 

            De modo que sin más dilación, los tres se pusieron manos a la obra con el plan, hasta que apenas transcurridos unos minutos volvieron a detenerse ante la presencia del Boriano, que atraído por los ruidos de muebles y el tumulto que Quico organizaba en sus protestas, decidió abandonar la tumbona del porche y acercarse.

 

            -¿Qué estáis haciendo?

 

            -Pues nada –contestó Paco mientras con la cinta estudiaba los centímetros de la pared-, que como el Jonás se ha vuelto a poner malo, he pensado en colocarle de forma que se pueda entretener al menos con el paisaje.

 

            Y continuó explicándole con todo lujo de detalles los propósitos de su plan.

 

            -Me parece bien, pero veo un problema. ¿Y si la habitación no es totalmente cuadrada? ¿Y si hay alguna pared que mida más que otra?

 

            -¡Adiós! –exclamó Camil sin poder evitar la expresión-. ¡Lo que faltaba!

 

            -Tienes razón Boriano –añadió Paco sin prestar atención al comentario del chico-. ¡Hay que medirlo todo!

 

            -Ya lo sabía yo –protestó Quico-, aquí nos dan la amanecida y yo sin guardar los animales. ¡El Mario me va a pegar una bronca que me va a dejar tieso! Porque mi trabajo es la cuadra, y no estar aquí sujetando el metrito, que no sé ni para qué sirve.

 

            Y el jaleo se acrecentaba con las pegas de unos y las opiniones de los otros, aunque a Jonás aquello no parecía importunarles ni un ápice porque seguía en la cama, con el cuello retorcido y sin emitir señal de aprobación o desaprobación, como si la guerra no fuera con él. Pero ante el aumento de jolgorio, también Mario acudió a la habitación para enterarse de lo que estaba sucediendo y, por supuesto, aportar la consiguiente opinión.

 

            -¿Qué estáis haciendo todos aquí?

 

            -Pues que como al Jonás le ha enganchado otra vez la enfermedad y el pobre así postrado no tiene más vista que la pared, hemos decidido cambiarle la cama de sitio. Estamos haciendo las oportunas mediciones para que todo quede perfectamente encuadrado.

 

            Y antes de que Paco pudiera continuar con los argumentos, Mario se remangó la camisa y añadió: “¡Pero qué mediciones ni qué leches!

 

            Dejó la cajita en el suelo, no sin gesto de contrariedad ante tener que resignarse a la realización de semejante acto, y comenzó a empujar el catre hasta colocarlo frente a la ventana.

 

El mundo desde los pies jueves, May 22 2008 

Acostumbrados a mirar la vida desde la perspectiva que nos da la altura de nuestra nariz, la mayoría de las veces nos perdemos en un mundo de complicación, de enmarañamientos absurdos, de culto a deidades falsas que nos confunden con espejismos, proporcionando un placer nimio y efímero que rápidamente se escapa entre los dedos.

La sencillez, la simplicidad que nos proporcionaría una mirada a ras de suelo, donde todavía no hayamos construido ningún castillo de arena, donde todavía mantengamos imperturbable la esencia del ser, la necesidad de mezclarnos con la tierra y la humildad de tener la nariz pegada al suelo; sólo allí donde no tengamos miedo a que nuestras risas se desmoronen al estar firmemente posadas sobre la tierra, a la altura de nuestros pies, la vida florecerá.

Quisiera darte todo

lo que no tengo.

Quisiera darte

mi alma, mi corazón,

mis sueños…

Quisiera darte todo

aquello que no poseo.

 

Quisiera sentir

que no soy, porque

ya te pertenezco;

quisiera ser capaz

de crear algo

que nunca hayan

imaginado tus dedos,

y regalártelo, porque siento

que vacía de mí misma

lleno el aliento

que ya no tengo.

 

Quisiera darte todo

aquello que no poseo.

 

Quisiera ser el mundo,

quisiera ser un sueño,

quisiera ser eterna

y poder desbordar tu cuerpo

con un beso, y fundir

tu alma en el deseo

de no ser, amar…

sin poder detenerlo.

 

Coincidimos en el tiempo, ¿pero y en el resto? lunes, May 12 2008 

A veces pienso que soy de otro planeta, una lunática -o, perdón, selenita. Estamos permanentemente rodeados de personas y las características físicas nos diferencian de una forma evidente a unos de otros, pero eso es bueno porque en otro caso sería un caos; sin embargo, la frustración es sentirse muy diferente en los pensamientos vitales. Atendiendo a las analogías del ser -todos los seres son, pero cada uno de distinta manera- es normal que esto ocurra; no obstante, sentirse tan distinto hasta llevarte a tener la casi convicción de pertenecer a otro planeta, a otro mundo, puede resultar muy desconcertante.

Uno sabe cómo deben ser la cosas bien hechas, cómo ha de comportarse con el resto de seres para mantener el equilibrio y la cordialidad con el resto. Cuáles son las buenas y las malas obras que te hagan definirte como alguien íntegro, coherente, responsable, amigo,… Pero sabiendo que todos tenemos una conciencia que nos va indicando cómo comportarse en la vida, ¿por qué a veces me siento tan distinta, tan de otro mundo? ¿Habré perdido la cordura?

Pensar en tantas ocasiones que estoy al revés del mundo, o que el mundo está al revés, al final es un punto de vista y si sólo yo veo la corrección en una forma de actuar y no en otra, ¿habré perdido la razón?

Segura de que alguien más se identificará con este tipo de sensaciones, no pierdo la esperanza de pensar que en algún momento conseguiré identificarme con la vida que me rodea, o la vida conmigo, y sólo espero que esto se produzca con el horizonte claro y transparente que mueve mis actos.

LAS APARIENCIAS O EL MARTIRIO DE LA AUTOESTIMA

(extracto de capítulo)

            -Estupendo –dijo la madre de Camil ante el conocimiento de la fecha de su Comunión-. Hay que empezar con los preparativos. Tenemos que ir a casa de Cuca la Modista para que te vaya haciendo el trajecito.

 

            -¿No crees que es un poco pronto? –replicó Camil.

 

            -No, no, de seguro que los adornos del uniforme,  que habrá que encargarlos a la capital, tardarán mucho tiempo en llegar.

 

            -¿El uniforme? –se asombró el muchacho.

 

            -Sí, sí, porque tú tienes que ir de general, con esos galones en los hombros y esas cadenitas doradas que quedan tan lucidas.

 

            Camil se imaginaba delante del altar portando todos aquellos abalorios y el cuadro no le atraía nada. Tendría que cargar durante toda la vida con el peso de aquellos galones descansando sobre sus hombros tras el marco que, de seguro, su madre colocaría en un lugar privilegiado de la casa. Y todas las vecinas, cuando pasaran a tomar las pastitas de cada tarde, repetirían incesantemente lo mono y lo fino que había ido el niño en la Comunión, y le pellizcarían las mejillas con ese afán de intromisión en las carnes que todos los mayores parecían tener. A Camil, sólo de pensarlo, se le revolvían las entrañas.

 

            -Mamá –dijo tras las cavilaciones-, que yo creo, que no es necesario gastar ese dineral. Yo, con un trajecito normal y corriente voy igual de bien.

 

            -No, no, hijo mío. Se gastará lo que sea menester. En ese día tan importante en que vas a recibir el cuerpo de nuestro Señor, tienes que ir bien compuesto.

 

            Camil buscó una excusa para salir de la casa sin contrariar más a su madre, y se dirigió evitando mayor dilación a la iglesia para hablar con el Cura Petronio.

 

            -Padre, que tiene usted que ampliar lo de la catequesis –aquellas palabras costaban ser pronunciadas, porque después de dos años de eternas horas repitiendo las mismas frases del librillo, Camil había visto las puertas del cielo abiertas cuando le había dado por fin una fecha de conclusión, y ahora estaba pidiendo que le prolongaran la agonía-. No estoy preparado aún para recibir al Señor –añadió con gran decisión.

 

            -Pero hijo –respondió el párroco-, has completado el mismo periodo que todos los niños tienen que realizar para celebrar este Sacramento. Confía en lo que te digo, puedes recibir la Comunión el primer domingo de mayo.

 

            -No Padre, que yo lo sé, que no estoy preparado. Que se me ha olvidado lo de ser cristiano, no me sé los Mandamientos y confundo las virtudes teologales con los pecados capitales. Siento muy corazón muy negro, y Dios no puede entrar así en mi cuerpo. Definitivamente, necesito más tiempo para prepararme.

 

            -Camil… ésas son las dudas previas a la toma de cualquier Sacramento, pero no debes preocuparte –añadió poniendo su mano cansada en la cabeza del muchacho-. Tú sigue durante estos meses que restan asistiendo a las charlas y verás como la mañana del día en cuestión te sientes plenamente feliz y deseoso de recibir al Señor.

 

            “¿Feliz y deseoso?!!!! –pensó Camil-. ¡Con semejante atuendo! Iba a ser el hazme reír de toda la pandilla. Seguro que de seguir adelante con el tema, acabaría en el pilón, lleno de babas y sanguijuelas. No recuperaría su buen nombre ni en veinticinco años. Iba en contra de sus principios vestirse como semejante monigote.

 

            -Mire Padre, el verdadero problema es que… ¡no creo en Dios! Lamento tener que decirlo, pero he llegado a la conclusión de que no existe –“el Señor me perdone”- pensó Camil para sus adentros- por lo que estoy diciendo, pero El entenderá en esa infinita misericordia de la que todos hablan, que es la única forma de evitar el desastre y quedar marcado para el resto de mi vida… que me van a hacer un “desgraciao”!

 

            -¡Pero Camil! –se asombró el Cura Petronio abriendo sus ojos como si fueran platos-. ¡No blasfemes muchacho! Estás nervioso por el acontecimiento que se te avecina, pero no te preocupes… estas cosas pasan –añadió tratando de restarle importancia al asunto y evitando dar credibilidad a lo que acababa de escuchar-. Ya verás como se van a disipar las dudas.

 

            -No Padre, que necesito más años para prepararme, que con un corazón tan negro como el de ahora, si el Señor entra en mi cuerpo, me muero yo y se muere El. ¿Y qué va a pasar entonces? ¿Qué haremos con los catecismos?

 

            -¡Huy hijo mío! Dios no se va a morir, él no puede morir. Dios es eterno. Y lo de tu corazón negro lo arreglamos con una buena confesión y treinta o cuarenta avemarías, por eso no te preocupes, que hay penitencias para todos los pecados.

 

            -Pero Padre, si es que yo no me arrepiento. Y la confesión no sirve de nada sin el “acto de contrición”, que lo hemos estudiado. Definitivamente, no puedo tomar la hostia. ¡Huy! –dijo-, digo la Eucaristía.

 

            Camil estaba dispuesto a sufrir, durante no se sabía cuánto tiempo más, el martirio de la catequesis antes que verse abocado a semejante humillación.

 

            -Está bien, piénsatelo de aquí a entonces, y decide cuando llegue el momento – resolvió finalmente el párroco; con aquel muchacho no había quién discutiera.

 

            Aquellas palabras le sonaron a Camil a música celestial, y volvió a casa para comunicarle a su madre la decisión que había tenido que tomar en función de las dudas que le habían asaltado tan repentinamente.

 

            -Está bien hijo –replicó ella ante la inesperada noticia-. Esperaremos a que purifiques tu alma, que unos ojos tristes y apagados, y un rostro poco florido por la sombra del pecado, iban a deteriorar mucho la imagen que yo quería que lucieras vestido de general delante del altar.

 

La ducha, además, fuente de inspiración jueves, May 8 2008 

Durante bastantes años he dirigido equipos comerciales, y uno de los momentos de esta etapa que me viene a la cabeza es la frase: «Ya vienes revolucionada!» No es que hubiera estado toda la noche pensando sobre cómo desarrollar algún plan de acción, no, porque yo suelo dormir a pierna suelta entregándome al descanso como los propios bebés; el verdadero «peligro» lo tengo cuando me meto debajo de la ducha. Por alguna razón, no sé, probablemente haya alguna explicación científica para ello que desconozco, pero cuando ese manantial de agua empieza a caer sobre mi cabeza se produce un momento mágico.

Sin poner mi mente en ello, aparece un auténtico torrente de inspiración y entonces las ideas comienzan a aflorar por entre mis neuronas como si de un terreno fértil para las setas se tratara. Es curioso darse cuenta de que la ducha, además de cumplir su función de limpieza corporal, parece que también te limpiara el alma y sirviera para liberar la mente de las barreras que la bloquean dejando fluir la capacidad de creación que uno tiene.

Desafortunadamente, no todos los días se produce tal acontecimiento (y supongo que la mayoría de los mortales solemos ducharnos con esa periodicidad), y además creo que tampoco podemos realizar tal acto en busca de la perseguida inspiración (seguramente perdería su fluidez por el mero hecho de desearla expresamente), pero lo que sí puedo afirmar, en mi caso, es que ese acto matutino, tan agradable y refrescante para nuestros poros, es también el cuerno de la abundancia en lo referente a esta materia, la inspiración.

 

Sí, tenemos conciencia, ¿pero qué hacer con ella? martes, May 6 2008 

Lo bueno que tiene disponer de conciencia es que sirve para muchas cosas, no como los pobres animalitos que se tienen que aburrir soberanamente (porque no pueden plantearse la disquisición entre lo bueno y lo malo, entre unas predisposiciones u otras).

Tener conciencia nos permite ser buena gente y pensar que cuando actuemos tenemos que delimitar, primero nuestra libertad para no pisar la del contrario y, segundo, poder dormir tranquilos sin que los pellizcos del sufrimiento de otros puedan enturbiar nuestro descanso.

Pero tener conciencia también nos da la oportunidad de escurrir el bulto, porque hay gente para todo, y pensar que son los de enfrente los que tienen que movilizarse porque la guerra no va con nosotros o porque ya hacemos bastante con mirar hacia otro lado, que cuesta mucho esfuerzo.

LAS IMPLICACIONES DE LA DIVERSION

(Extracto de capítulo)

            El Cura Petronio, ayudado ineludiblemente por la tía Maruja, había estado preparando el paso de la Virgen. La fiesta también incluía, por supuesto, su parte religiosa, con la organización de una romería procesionaria que comenzaba en la iglesia y terminaba en una ermita ubicada en una de las montañas que delimitaban el pueblo. Contaba el abuelo de Camil que, al principio, aquella romería estaba muy poco concurrida; sólo la tía Maruja, ataviada con sus mejores galas, tiraba del paso de la Virgen, con gran esfuerzo por su parte, claro, pero Dios seguro que en aquel lance la dotaba de una potencia muscular no habitual en su vida diaria, porque no había otra explicación para comprender cómo la tía Maruja, sola y ya tan mayor, pudiera arrastrar el paso de la Virgen, con todas sus velitas y abalorios, mientras el Cura Petronio caminaba delante de ella recitando los salmos en latín. Y es que, los otros feligreses estaban demasiado cansados tras los encierros como para poder acarrear la santa figura hasta la ermita, y se negaban a asistir a la romería.

 

            El Cura Petronio sabía que tenía un grave problema en este sentido, porque no estaba bien que en fechas tan importantes como aquéllas se le diera tan poca importancia al Señor. Tras muchos años de meditación al respecto engendró la idea que solucionaría el terrible conflicto. Pensó que lo mejor que se podía hacer para erradicarlo era aunar ambas actividades, que los aldeanos corrieran los encierros con el paso a cuestas. Cuando el Cura Petronio planteó la elocuente idea al Alcalde, éste se llevó en su habitual gesto las manos a la cabeza y exclamó que era una locura hacer aquel planteamiento porque nadie accedería a llevar a cabo semejante mezcolanza de acciones, pero al final todo el pueblo tuvo que sucumbir a la petición, porque el cura amenazó con ir a la huelga si no aceptaban sus propuestas y no volvería a rezar salmos en épocas de sequía o no aplicaría la extremaunción a las almas que estuvieran a punto de abandonar la vida terrenal, aunque allí nadie se muriera nunca -no se atrevía a utilizar como medida de presión la eliminación de la Misa dominical, porque aquello hubiera sido un alivio para todos los feligreses, que ya estarían excusados de no cumplir con aquel Sacramento por falta de Administrador para el mismo. De aquella forma consiguió el Cura Petronio que el paseo de la Virgen tuviera un gran número de asistentes en cada fiesta, y la tía Maruja pudo dedicarse, por fin, a darle vueltas al rosario tras los salmos del párroco, que era lo que de verdad le gustaba. Porque lo de arrastrar el paso a sus lomos era demasiada exigencia por parte del Altísimo, aunque para la tarea le dotara de unas fuerzas descomunales que se desvanecían al día siguiente. Quizá ahora pudiera emplear su tiempo en otros milagros, como hacer que la Virgen llorara lágrimas de sangre durante la procesión, que quedaría muy emotivo.

 

            Pero el primer conflicto que de verdad se había producido durante la elaboración del calendario de las primeras fiestas del pueblo había sido la elección del animal que correría tras los mozos en los encierros. Se sabía que en el resto de la geografía nacional eran toros los bichos que se utilizaban para tal acción, pero como en el pueblo de Camil estaban en contra de las actividades taurinas, por aquello del sufrimiento de los pobres animales, nadie se dedicaba a la cría de la res, por lo que no tenían de dónde sacarlos. Entonces la Comisión de Festejos propuso que la mejor solución para resolver la cuestión era utilizar las cabras de Parrocho el Lechero, que además tenían bastante mala leche, y de esta forma podrían desempeñar alguna tarea de interés público. Durante toda la noche anterior, los aldeanos merodeaban por el establo donde Parrocho las guardaba y se dedicaban a hacerlas todo tipo de trastadas para que los bichos resaltaran su nombre convirtiéndose en “cabras cabreadas”, y así salían al día siguiente por las calles del pueblo, envistiendo a todo lo que se meneara. Cuando pasaban cerca del gato no había problema de que se lo cargaran, porque como no se movía, sólo aparentaba ser una piedra más del camino.

 

            Lo realmente divertido del asunto no era formar parte de aquellas tareas, sino actuar de observador. Como ni a Camil ni a la pandilla les dejaban participar activamente en aquellos acontecimientos, se quedaban repartidos por los balcones del pueblo vitoreando y aplaudiendo la procesión-encierro que tenía lugar. A veces tiraban piedras al trasero de los bichos (puntería no les faltaba a los muchachos) y éstos se encrespaban aún más y embestían con mayor ímpetu, por lo que los aldeanos se precipitaban con gran empeño a guarecerse entre las faldas del paso de la Virgen. El Cura Petronio se emocionaba gratamente ante las ansias de participación en la romería que todos los feligreses demostraban, y se sentía muy feliz de poder por fin ofrecer al Señor una procesión en toda regla, la idea había sido un gran acierto; pero por contrapartida, tenía que hacer el sacrificio de recitar los salmos a la carrera, sobre lo cual no tenía muy claro que Dios le concediera la debida valoración. También la tía Maruja estaba feliz de cómo se desarrollaban entonces los acontecimientos, amén de haber cambiado su papel de costalera, casi cada año se producía el esperado milagro. Tenía lugar tal caos bajo las faldas del paso en el empeño de eludir los ataques de las cabras de Parrocho el Lechero, que los feligreses se preocupaban en ocasiones más por salvar sus traseros de los envites, que por mantener la coordinación en el caminar de los buenos costaleros, por lo que la Virgen se veía sucumbida en tremendos vaivenes hacia un lado y otro, hasta temer cien veces que el “Niño” se le cayera de los brazos, y así lloraba de angustia en sus intentos por evitarlo. La tía Maruja, a veces giraba la cabeza entre carrera y carrera para dar más devoción a sus plegarias dirigiéndolas directamente hacia la imagen, y al verla llorar, comprendía que Dios empleaba ¡por fin! sus milagros en una actividad más cristiana, y continuaba dando vueltas a su rosario sin importunarle en absoluto el dolor de sus pies en la carrera, descalzos en concordancia con la actitud de peregrinación que requería el momento.

 

  

En busca de la bondad, o al contrario miércoles, Abr 30 2008 

Una de las cosas sobre las que más me divierte escribir se concentra en torno a los lobos ataviados con piel de cordero. Estos seres que circundan nuestra existencia con la sonrisa melosa, abierta de par en par, pero que entre las comisuras de sus labios esconden un colmillo retorcido como un berbiquí y sobre el que es difícil reparar si no se fija uno mucho o si no se tiene auténtica destreza en la previa identificación (cuestión complicada, hace falta para ello mucha habilidad o mucha genuinidad, como la de la inocencia, para no sucumbir a los encantos maléficos de estos seres viperinos).

Y me gusta escribir sobre ellos para dar fe de su existencia, porque nos acechan constantemente tratando de embelesarnos y agotar nuestras posesiones (pasión, energía, talento… por no decir económicas, que también ocurre) de forma subrepticia y pensando que con encantos fingidos y dulces venenos conseguirán sus propósitos sin apenas despertar la sospecha de las víctimas.

EL ALARDEO DE LA BONDAD

(extracto del capítulo)

            Ella suponía que podría entrar en la casa y mantener una charla privada con la anciana, pero ni ella se apartaba del centro del umbral, ni el séquito de habitantes del pueblo se marchaba, nadie quería perderse el desenlace del asunto.

 

            -Bien, aquí mismo le explicaré mi misión. Como amablemente me han presentado, soy Agapita Bermúdez, Presidenta del G.A.P.I., Grupo de Auxilio para los Pobres Ignorantes…

 

            -¡Alto ahí señora! –interrumpió la abuela Marina-. ¡En esta casa “ignorantes” no hay! Así que si eso es todo… ¡vuélvase por donde ha venido!

 

            Y dejándole con el resto de la frase en la boca, dio un paso atrás y cerró la entrada de un portazo.

 

            Agapita Bermúdez contuvo su desesperación con un resoplido y, armándose una vez más de calma y paciencia, volvió a llamar a la puerta con sus nudillos.

 

            -¿Acaso no me he explicado con claridad? –preguntó la abuela Marina al aparecer de nuevo tras la puerta.

 

            -Es que no me ha dejado usted terminar. Somos un grupo de ayuda altruista que se preocupa de dar la debida atención a todas las personas que lo necesitan.

 

            Aquello despertó el interés de la abuela Marina, quien seguía algo reticente a la visita, pero se veía invadida por cierta curiosidad.

 

            -He podido saber que vive usted sola, sin nadie que le dé compañía, pueda asistirla en caso de alguna enfermedad o ayudarla diariamente.

 

            -¡Ah! Pues sí. Tiene usté razón, Gapi. Esto de los “alturistas” empieza a convencerme.

 

            -GAPI es el nombre de la Asociación, mi nombre el Agapita Bermúdez.

 

            -¡Y qué más da Gapi que Agapita! Así es más corto.

 

            La mujer contestó con gesto contrariado, pero no quiso interrumpir la réplica, ahora que todo parecía alcanzar el cariz buscado.

 

            -Como le decía, Gapi -aquello repicaba en los oídos de la mujer como punzones al rojo vivo, pero ella trataba de no perder la compostura y la serenidad-, precisamente tengo un montón de faena por hacer. Estamos en plena época de matanza y necesito a alguien que me sujete los cochinos mientras los degüello, que ya no está una para esas batallas. Además, tengo una pila entera de cacharros por fregar, que con el montón de cosas que hay por hacer en los establos, no he tenido tiempo de meterles mano en una semana. Y ya que estamos… pues habría que darle un repasito a toda la casa, con estas edades me da miedo subirme a los altos y las telarañas me están comiendo… Pase, pase usted, que cuando vuelva a la capital va a llevar la tarea bien cumplida.

 

            -Bueno, yo simplemente vengo a inspeccionar las zonas, haré un informe y pronto le enviaremos la ayuda social que necesita. También tengo que indicarle la cuenta bancaria en la que podrá depositar todos sus bienes.

 

            -¡Ah! ¿Pero esto no es gratis? Pues vaya una ayuda del Gobierno, ellos, como siempre, pensando en sacarnos los cuartos; eso sí, con una maña…

 

            -No, señora, nadie pretende eso. Es simplemente por si, debido a su avanzada edad, le entra un desequilibrio mental y no sabe administrarse.

 

            -¡Uy, hija! Eso me dicen los nietos, que vienen una vez al año a verme con ese cuento… Pero yo solita me organizo los dineros perfectamente. Y, no tema, que tengo la cabeza muy en su sitio, ¡y por muchos años! –Y añadió para sus adentros: “¡No te digo! Ya sabía yo que viniendo de la capital, no podría ser nada bueno…”

 

            Sin más dilación la abuela Marina volvió a cerrar de un portazo, dejando a Agapita Bermúdez con cualquier pretensión o añadido en la boca.

 

 

Soñar algo distinto miércoles, Abr 23 2008 

Pensar que sólo podemos soñar dormidos sería como pretender poner barreras a las esperanzas y deseos de todos los seres que aspiramos a dibujar escenas en nuestra mente para que algún día se hagan realidad.

Cuando leí «El Alquimista» de Coelho, la idea de que soñar e imaginar que los deseos podrían materializarse, tomó en mi interior aún más fuerza, y decidí que cada día, en algún momento de la fase despierta de mi cerebro, emplearía unos minutos para describir momentos, situaciones o vidas que alimentaran mi espíritu con aquello que mi corazón deseara que ocurriera.

Esta actitud ante la vida, me refiero a aquello de soñar (lo cual englobo dentro del campo de la actitud porque no es ni más ni menos que manifestar la capacidad de tener ambición por idear un mundo mejor, independientemente de la perspectiva con que cada uno afrontemos esto) es algo que ya debiera manar de nuestros poros antes de que nadie nos recuerde que está ahí y que debemos alimentarla.

Hace muchos años, era yo una niña, escribí una poesía que trataba de manifestar lo que ya ambicionaba en mi interior, y el sueño era muy bonito.

Éranse los niños en un mundo

en el que en cada puerta

hay una sonrisa.

 

Érase un mundo

en el que las flores nunca mueren,

en el que el sol y la luna

brillan juntos.

 

Érase un mundo

en el que el silencio

suena a música,

y la música es callada.

 

Fue aquél un mundo

en el que no había murallas o candados,

en el que no había relojes

y no existían segundos.

 

Allí llegaron ellos,

y decidieron construir,

rompieron todo lo que no había sido construido;

ordenaron horas para el sol

y horas para la luna.

 

Llegaron los ruidos,

y la música ya no fue silencio,

y el silencio

era ya ruido.

 

Llegaron ellos,

y el cielo ya no era azul,

pusieron una cortina gris

y los niños no podían ya

contar estrellas.

 

Alzaron torres,

oscuras y negras,

torres muy altas

para tapar las estrellas.

 

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