Acostumbrados a mirar la vida desde la perspectiva que nos da la altura de nuestra nariz, la mayoría de las veces nos perdemos en un mundo de complicación, de enmarañamientos absurdos, de culto a deidades falsas que nos confunden con espejismos, proporcionando un placer nimio y efímero que rápidamente se escapa entre los dedos.
La sencillez, la simplicidad que nos proporcionaría una mirada a ras de suelo, donde todavía no hayamos construido ningún castillo de arena, donde todavía mantengamos imperturbable la esencia del ser, la necesidad de mezclarnos con la tierra y la humildad de tener la nariz pegada al suelo; sólo allí donde no tengamos miedo a que nuestras risas se desmoronen al estar firmemente posadas sobre la tierra, a la altura de nuestros pies, la vida florecerá.
Quisiera darte todo
lo que no tengo.
Quisiera darte
mi alma, mi corazón,
mis sueños…
Quisiera darte todo
aquello que no poseo.
Quisiera sentir
que no soy, porque
ya te pertenezco;
quisiera ser capaz
de crear algo
que nunca hayan
imaginado tus dedos,
y regalártelo, porque siento
que vacía de mí misma
lleno el aliento
que ya no tengo.
Quisiera darte todo
aquello que no poseo.
Quisiera ser el mundo,
quisiera ser un sueño,
quisiera ser eterna
y poder desbordar tu cuerpo
con un beso, y fundir
tu alma en el deseo
de no ser, amar…
sin poder detenerlo.