Constantes vitales viernes, Nov 26 2010 

Mantener las constantes vitales no significa conformarse con lo que me ha tocado vivir.

Mantener las constantes vitales no significa aceptar que la vida siga pasando y esperar a ver qué ocurre al día siguiente.

Mantener las constantes vitales no significa creer que las cosas son así porque el mundo/la vida es así.

Con estos pensamientos morimos cada día, agotamos el tiempo que nos queda aceptando que el entorno es el que marca nuestros caminos, nuestro devenir.

Mantener las constantes vitales es ilusionarse cada día pensando en mejores maneras de arrancar pedacitos de felicidad a la vida. Es tomar resuello contra las inclemencias, apretar los dientes y decidir que yo soy capaz de conseguir algo mejor o de superar los malos momentos.

Mantener las constantes vitales es aspirar a superar las expectativas de nuestros sueños e ilusiones, conseguir sonreír a la adversidad y creer que yo puedo.

Mantener las constantes vitales es no dormirse en el tiempo. Es despertarse para poder seguir escuchando que el corazón late, y lo hace con tanta fuerza, que ninguna monotoneidad o desesperanza podrá ahogarlo.

Mantengamos siempre bien altas las constantes vitales y cada día será un regalo.

Quiérete mucho martes, Mar 23 2010 

Nosotros somos los únicos responsables de nuestra vida, de nuestra felicidad, de nuestro progresar hacia adelante.

Creerse que superar los escollos del camino es un ejercicio que únicamente atañe a nuestros pies, a nuestra voluntad, a nuestro esfuerzo, es la pieza fundamental que ha de mover los engranajes de nuestro cerebro; y sólo así podremos seguir escalando los peldaños de la vida.

A veces la tarea más fácil es descargar nuestras miserias en las espaldas de lo ajeno, pero es un mero acto de vandalismo contra nuestro propio cuerpo y mente. A veces es difícil, muy difícil, mirarse al espejo y decir: «¡Pero qué guap@ soy y qué bien me siento! ¡Hoy me voy a comer el mundo porque no hay nada ni nadie que pueda conmigo!», pero es necesario.

Y es necesario si de verdad nos queremos a nosotros mismos, a nuestra pasión por la vida y a nuestro espíritu.

Cuando terminé de escribir mi libro -Ensayo sobre la vida que no entiendo-, decidí editar 2 copias en papel, impreso como son realmente los libros que trascienden (con la esperanza de que algún día esa edición se vea reflejada en múltiples ejemplares, claro, pero hasta la fecha he de decir que sólo está en eso, en mi esperanza), pues bien, una copia fue un regalo para mi madre y la otra era para mí, especialmente para mí, por mi tesón y mi cariño hacia aquella obra que había nacido del resultado de muchas reflexiones y mucho esfuerzo. Y un amigo me preguntó si iba a dedicármelo, a lo que respondí: «¡Por supuesto!»

Y ¿qué pondrás? -quiso averiguar.

«A mí misma, por lo mucho que me quiero.» ¿Qué, si no?

Tener razón martes, Mar 9 2010 

Eso de tener razón, tiene su miga. Todo el mundo pretende estar en posesión de la verdad, además, de la «absoluta», nada de andarse con medias tintas! Es una cuestión de política, de amistad, de amor, de familia,… nos pasamos el día batallando por tener razón.

Muchas veces se da uno cuenta de que en ese deseo desenfrenado de quedar por encima «como el aceite», ni siquiera nos paramos a escuchar (y digo escuchar, no oír) lo que nos cuenta/argumenta el de enfrente, y es una pena, porque hay tanto que aprender en las posturas y visiones de los demás… Aun cuando pudiéramos demostrar a ciencia cierta, incluso matemáticamente, que el otro se equivoca, siempre hay tanto que aprender escuchando.

Nacemos reclamando nuestros derechos y nuestras verdades con tanta desmedida (tengo hambre: tienes que alimentarme, tengo sueño: ponme a dormir), que cuando crecemos seguimos aumentando nuestros egoísmos y minorando nuestra capacidad de escuchar o de ponernos en el pellejo de aquello que está más allá del centímetro que bordea nuestro círculo de existencia.

No olvidemos que a veces, en nuestra obsesión por ganar la «batalla», llegamos incluso a cuestionar las sensaciones del prójimo, ¡qué osadía! ¡Si cada uno tiene las suyas!

¿Reflexionamos de veras sobre las palabras oídas aunque estemos convencidos de que tenemos razón? ¿Las escuchamos con el mismo cariño y espíritu que nos escuchamos a nosotros mismos?

Con los bolsillos llenos miércoles, Feb 17 2010 

Tengo un montón de nombres anotados en el camino, una ristra de letras conexas desfiguradas ya por el tiempo, el calor o la nieve.

Tengo una casa, un jardín, un coche, una yegua en la memoria. Tengo una cuenta vacía y los bolsillos llenos de tantos recuerdos, que podría plenar las vidas de un ejército de oyentes.

Tengo tantas cosas en mi vida y tanta sed de vivir…

Tengo un montón de nombres. Algunos de ellos con cerebros brillantes a los que luego Dios olvidó apellidar con un corazón, otros con ortigas en las entrañas que no debería haber tocado para no sufrir urticarias transitorias que luego acabarían borrándose de la piel.

Tengo toda una vida que contar y mucho más por vivir. Tengo los recuerdos de la primera vez que vi la carita de mi sobrina recién nacida, con aquellos labios tan perfilados y curvos en un gesto facial de inmensa dulzura. Tengo los recuerdos de la primera cima escalada, con las fotos de mis amigos, de los que siempre están ahí. Tengo los momentos vividos entre tantas risas y tantos secretos compartidos…

Tengo tanto con qué soñar y tanto en el devenir, que ninguna piedra podrá tapar la alegría de existir.

El «mal Bicho» viernes, Jun 26 2009 

Por suerte o por desgracia nunca me había encontrado -o eso había creído- en mi camino con alguien que pudiera catalogarse de «mal Bicho».

A veces he tenido la gran suerte de cruzarme con personas estupendas, algunas son a día de hoy mis amig@s y otras han tenido distintos escenarios en diferentes momentos de mi vida y han quedado enmarcados con el recuerdo y a la espera de que se vuelvan a repetir en cualquier otro punto del tiempo esos gratos periodos compartidos.

Otras veces he conocido a personas que he preferido apartar de mi camino porque sus enfoques de las relaciones humanas no coincidían con mis formas de entender la vida o la amistad, pero he de reconocer que siempre me han aportado algo, me han hecho comprender cosas o he aprendido con ellas diferentes cuestiones que de una forma u otra han alimentado mi conocimiento.

También, y pensaba que por último, todos nos hemos cruzado con seres que nos resultan indiferentes, quizá por la falta de oportunidad para conocerlos en más profundidad, quizá por falta de tiempo para avanzar en lo que podría haber significado una magnífica simbiosis o quizá porque no hubo nada en ellos o en mí que despertara mutuamente nuestra atención.

Y pensaba que por último, porque ahí estaba toda la segmentación que había hecho en cuanto a las posibles relaciones con mi entorno, pero ahora he descubierto que hay una nueva casuística en este árbol de posibilidades: el «mal Bicho». Resulta muy difícil, afortunadamente, que uno se cruce con semejante ser, pero hay que estar atento y apartarse de su camino cuanto antes y de cualquier posibilidad de formar parte de su vida, sus comentarios y sus venenos.

He necesitado varios años para darme cuenta de que me había cruzado con un ser así y, por suerte, nunca ha formado una parte importante de mi vida, pero aún siendo algo tan pequeño y tan poco determinante, las ponzoñas emanadas producto de una constante desgracia personal por no ser capaz de alcanzar un cierto grado de equilibrio y sosiego interior y por la envidia soterrada ante los pellizcos de felicidad que los demás sí disfrutamos, existe la posibilidad de que el «mal Bicho» cause graves trastornos en la sensibilidad y sentimientos humanos circundantes.

Hay inicialmente una sensación de pena hacia esos seres, por pensar que son víctimas de sus propias circunstancias y ¡hasta ganas de ayudar! por si uno puede hacer algo para paliar su sufrimiento y situación, pero son seres eternamente depresivos y parasitarios, y los milagros son difíciles, sabiendo además que este problema va mucho más allá de la propia capacidad de resolución, está por encima de nuestras posibilidades.

Así que concentrémonos en las buenas personas o en aquéllas a las que seamos capaces de ayudar por una u otra razón, y dejemos lejos de nuestros caminos al «mal Bicho»; y siempre con la cabeza bien alta por no consentir que sus vergüenzas traten de ser trasladadas a nuestras personas o famas con etiquetas deplorables. La vida es bella, y las malas hierbas empañan su color.

¿Y tú? ¿Te has topado con alguien así?

Homenaje a un árbol caído martes, May 5 2009 

Se entristece el alma cuando, habiendo observado con cautivación, incluso podido relajarte sobre su corteza, uno contempla la imagen caída, desastrada, de un árbol que hasta el momento había sido fuerte y recio.

Se pregunta uno dónde va a poder dormir o descansar a partir de aquella visión cuando necesite cobijarse bajo la apacible letanía de sus hojas o el cálido acogimiento de sus sombras; se pregunta uno por qué aquello que ha cuidado con tanto esmero, aquello a lo que ha dedicado  tantos esfuerzos o aquello que ha colmado con tanto cariño, ahora queda reducido a polvo, o a trozos punzantes que ya no ofrecen ningún confort.

Pues es en ese momento donde uno tiene oportunidad de plantearse si aún quedará algún resquicio de verdor en su savia, alguna posibilidad de renacer al esplendor que en su día tuvo. Es en ese momento cuando se tiene la posibilidad de alimentar las células muertas y perfilar esperanzas sobre la capacidad que cada uno tenemos de reconstruir, de hacer florecer algo que pueda parecer perdido.

Quizá sean necesarios muchos años para que aquella imagen vuelva a alcanzar toda su realeza, quizá ni siquiera puedas volver a disfrutar en tu vida de aquella sensación que te hizo sonreír y comprender tantas cosas imposibles, pero no será un trabajo en vano aunque sean otros quienes gocen con el disfrute, porque aparecerán otros árboles en tu camino que, probablemente, hayan germinado gracias al esfuerzo y cariño de quienes tú ni siquiera has conocido.

Debemos ser merecedores de nuevas oportunidades y debemos propiciar que otros las tengan. Busquemos siempre un lugar donde dormir tranquilos al amparo de nuestros propios sueños.

De gira rockera domingo, Abr 12 2009 

Cuando las cosas son imprevistas, generalmente representan esas guindas en la vida con las que uno disfruta dulce y extasiadamente, tanto en el momento como en el recuerdo. Una Semana Santa rockera no era lo que estaba en mis planes, pero he de reconocer que he acumulado un saco de buenas horas para no olvidar gracias a la invitación de unos amigos a seguir una serie de conciertos por tierras castellanas del grupo afincado en Londres «The Prawn Ticklers», formado por un trío multicultural que tocan realmente bien. Diversión total, por no emplear otras palabras referidas a la sensibilidad de las hormonas, es lo que en cada minuto de sus 3 horas de directo fluye por las venas cuando les estás escuchando, además de que el resto del tiempo que he pasado con ellos y con los organizadores de los eventos, entre concierto y concierto, han hecho que mi decisión de romper mis planes anteriores haya sido un magnífico acierto.

Ya sé que no es el tema habitual de mis posts, pero creo que estos chicos merecen una mención especial en la red y no he querido desaprovechar la oportunidad de hacerlo. Os dejo un vídeo de una versión de Whole Lotta Love de Led Zeppelin durante una de sus actuaciones en Londres, disfrutadlo.

¿Dónde se encuentra la inocencia? miércoles, Mar 4 2009 

Inquietante reflexión cuando uno se cuestiona cómo responder a esta pregunta. Por un lado, podríamos dar como respuesta la no culpabilidad ante un acto cometido; por otro, la ausencia de conocimiento de cualquier pecado o falta que pueda ejecutarse.

Podemos pensar que nacemos inocentes (mucho he reflexionado sobre ello y, como consecuencia de estos análisis, se esculpió en mi mente ese \»Ensayo sobre la vida que no entiendo\» que cito en varios de mis posts y sobre el que aprovecho la ocasión para agredecer el interés demostrado a todos aquéllos que me lo han solicitado y que lo han leído, espero sinceramente que hayan disfrutado tanto con él como yo escribiéndolo). Decía que una de las acepciones es que podemos pensar que nacemos inocentes, y ojalá nos mantuviéramos así en toda la trayectoria de nuestras vidas; esa ausencia de malicia nos haría tomar siempre decisiones justas, para nosotros mismos y para todos aquéllos que nos rodean o se cruzan en nuestros caminos, decisiones coherentes con nuestra vida y con la ajena, decisiones intachables que ninguna malicia o hipocresía -porque estaría ausente- podría emponzoñar o revocar.

Y si nos acogemos a la acepción de la no culpabilidad porque se están juzgando nuestros actos, nuestras formas de pensar o nuestras expresiones -salvo en casos «sangrantes» que actúen contra natura-, siempre podremos acuñar el conocido refrán:  «para gustos hay colores» y, si estamos en disposición de aportar coherencia y carencia de hipocresía o mala intención que avale o acredite el comportamiento expuesto, podremos sentirnos orgullosos de nosotros mismos o, en su defecto, pedir disculpas a quien corresponda (que no deja de ser una actividad sanísima que engrandece el espíritu y fortalece nuestra autoconfianza) y tratar de enmendarse para no volver a caer en el mismo error.

Pero la inocencia también implica presuponer la inocencia del contrario (porque aludiendo a otro conocido refrán: «cree el ladrón que todos son de su condición»,  algunos amargados o terriblemente recelosos intentan amenudo adjetivar tu persona con falsas afirmaciones que les hacen sentirse algo menos mezquinos ) y se siente uno tan tremendamente satisfecho cuando siempre trata de buscar los aspectos positivos de la vida y de las cosas, las buenas intenciones del prójimo -aunque a veces no todos seamos capaces de comprenderlas- y tan feliz al pensar que a la vida siempre hay que ponerle una sonrisa, que al final del día, con semejante actitud, se congratula uno con absoluta afirmación por haberlo vivido y con ganas de volver a levantarse para disfrutar del tiempo que nos espera bajo cada rayo de sol.

¿Y tú? ¿Te sientes feliz al final del día?

Los sueños hechos realidad miércoles, Nov 5 2008 

Poder afirmar que los deseos se cumplen significa haber tenido la ilusión de perfilar escenarios en tu imaginación, haber esperado pacientemente a que todas esas ideas se plasmaran en una realidad que muchas veces nos pudiera parecer absolutamente distante e inalcanzable y, por fin, haber despertado un día con aquel regalo entre nuestras manos.

En muchas ocasiones llega uno a pensar que los sueños son imposibles, que son falacias de nuestras pretensiones, embaucadas por multitudes de imágenes sacadas de las películas, de canciones o de novelas inventadas que parecen relatar aquello que deseamos y que pintamos en un destino imaginario que nunca podrá llegar a adoptar una forma real.

No es así. Recordando aquella frase del libro de Coelho que subraya que cuando alguien desea algo fervientemente todas las fuerzas de la naturaleza se alían para que ese sueño se cumpla, en la trayectoria de nuestra vida pueden pasar años, décadas, hasta que estemos en disposición de afirmar que nada se interpone al cumplimiento de un sueño, pero esto llegará. Tenemos un ejemplo cercanísimo delante de nuestra incredulidad, a sólo 200 años de un periodo de esclavitud aberrante, hoy se sienta en la Casa Blanca un Presidente negro, ¿no parece esto una cuestión imposible a tan escasas generaciones de humillación y desprecio por el color de esta piel? Es sin duda el resultado de un sueño.

La vida nos presta atención, toda la atención que seamos capaces de atraer con nuestras demandas -deseos- y con la orientación de nuestras acciones y comportamientos hacia conseguir ese ideal por el que suspiramos cada día. La vida va a propiciar que disfrutemos de eso que ansiamos, en un momento u otro, y por ello siempre hay que tener en cuenta dos aspectos: tener cuidado con lo que se desea y tener la convicción de que llegaremos a saborearlo.

¿Cuántos sueños has visto ya cumplidos?

Las oportunidades no estarán siempre ahí miércoles, Sep 24 2008 

El tiempo pasa, y nosotros seguimos inmersos en esa vorágine de tareas eternas que nos hemos pautado en nuestra agenda, sin dejar ni un hueco para esas otras cosas que requieren de pequeños (o grandes) paréntesis en nuestra vida. Cuántas veces en un año nos planteamos la cuestión de… cómo me gustaría hacer… ¡uf!, pero ahora no es el momento -nos decimos-, tengo que esperar para organizar esta otra situación y después podré hacerlo. Cuántas veces nos recordamos a nosotros mismos planteándonos estas tesituras y aplazándolas sine die de forma permanente.

Pasan los años, y seguimos con esa colección de cuestiones pendientes, aparcadas en nuestra agenda mental, a un lado, esperando encontrar el «hueco» donde ubicarse y así pasar en algún momento a ser «tarea finalizada»; pero no nos damos cuenta, seguimos con nuestro ritmo frenético y no pensamos en darnos una oportunidad para realizar eso que tanto tiempo llevamos perfilando en nuestra imaginación, pero que nunca encuentra su oportunidad para ser cumplido.

El tiempo sigue pasando, los años, los momentos se nos escapan de las manos, y si no conseguimos hacer esa pausa que nos permita difrutar de nuestros sueños, aventuras o acontecimientos (todos ellos tantas veces postergados), en algún instante echaremos la vista atrás y nos daremos cuenta de que ya es demasiado tarde. Siempre creimos que la juventud, las ganas o cualquier otro aval de esa plan inacabado estarían ahí, permanentemente, tranquilos, esperando a que nosotros encontráramos el momento más adecuado para llevarlo a cabo, pero la vida pasa, y los trenes se marchan… Hemos de cogerlos antes de que ni siquiera podamos llegar a ellos improvisando una carrera frenética que nos impida perder el último.

A veces nos ocurren cosas tan ridículas (a mí misma, por no querer ver la paja en el ojo ajeno consciente de las vigas en el propio) como que postergamos el cambio de un fluorescente de la cocina durante un año por no encontrar el momento de subir a una escalera y proceder a tachar de la lista tan insignificante acción. Poner este ejemplo, por dar un toque de intrascendencia al tema tratado, no tiene otro sentido que dulcificar esta reflexión, pero… ¿cuántas cosas importantes tienes aparcadas en tu agenda esperando a que llegue un momento mejor?

Página siguiente »